Una primera despedida

Tengo la sensación de que, desde que anuncié que cambiaba de trabajo, llevo semanas despidiéndome. Algunas de esas despedidas son algo más formales, y aquí intentaré llevar algunas de ellas.
La primera es un scoop, así que espero que Óscar no se enfade por publicarlo aquí antes de que su panfleto, manifiesto o revista vea la luz. Esto es lo que ocurre cuando a un profe medio depre le piden un artículo.

Tres listas de nombres

Ese día iba a cambiar mi mundo. Empezaba un nuevo trabajo en una nueva ciudad, en un idioma que no era el mío, con unos alumnos cuyas circunstancias personales eran muy distintas a las mías.
Y llegué a un aula, y pasé lista. Y descubrí que para ellos también cambiaba el mundo, y también era una nueva etapa, en un nuevo edificio, en un ambiente que no era el suyo. Montones de caras, de profesores, de normas, de aulas. Sobredosis de información para unos chicos de 11 años a los que todo les quedaba un poco grande.
Ese día cambió el mundo. Ese día era el 11 de septiembre de 2001.

La lista de nombres parece una letanía. Uno tras otro suben al escenario, recogen su diploma, sonríen para la foto, vuelven a su asiento. Sería fácil caer en la monotonía, pero para el observador muchos de esos nombres encierran una historia, y de casi todos tiene algún recuerdo que le hace sonreír. Esos pies que no llegaban al suelo desde la silla del aula de Informática. Ese experimento que salió horrorosamente mal. El canto nupcial de una ballena macho. Los chistes malos en clase de Física. Ese vídeo para un anuncio publicitario. Tantos y tantos conciertos. Las charlas en el pasillo sobre lo divino, y especialmente sobre lo humano. Las veces que tuvo que contestar “no lo sé” a las preguntas de alguna alumna. Ese brindis a las 3 de la mañana.
El observador sabe de los sueños y las ilusiones de muchos de esos nombres. En algunos casos sabe lo que les ha costado llegar hasta allí. Quizá lo único que lamenta es que no estén todos los nombres. No; de hecho, lo que lamenta es saber que no volverá a oír muchos de esos nombres. A menos que…

Cuando llegues al fondo de esa estantería, no tendrás ni idea de cuánto tiempo lleva ahí esa carpeta. No recordarás por qué no la tiraste la última vez que te cambiaste de casa, ni por qué sigues conservando papeles de un tiempo tan lejano. Con un poco de suerte, la tinta seguirá siendo legible. “Graduation Ceremony, May 2008”. Y volverás a leer esa lista; y sin saber por qué, irás a tu ordenador (o lo que sea que uses entonces para buscar información), e introducirás algún nombre al azar. Y entonces, quizás descubras pedazos de esa historia de la que te desconectaste tantos años atrás. Quiénes son ahora ricos y famosos, quiénes triunfan en el deporte o las artes. Te llevarás sorpresas, alegrías; y verás fotos que tu memoria intentará sin éxito conectar con las caras que viste. Seguramente ellos tampoco reconozcan tu cara… ¿ni tu nombre? Pero mientras vuelves a guardar la carpeta y decides que esta vez tampoco la vas a tirar, volverás a sonreír mientras piensas que una vez, cuando todo era posible para ellos, intentaste ayudarles a dar un pasito más. Y sabrás que todo lo de antes valió la pena.
Y volverás a pensar, como aquel día de mayo, en aquella vieja canción: “May you stay forever young”…

1 cucharadas:

Anónimo dijo...

Muy bueno Mr Rivas, aunque me has dejado con la intriga con eso de "a menos que...." quizá es por lo que contiuamente nos dices aquello de..."los dos alicientes para llegar al exito son;1)nunca digas todo lo que sabes,y 2)...."
si hay alguna cosa que nunca olvidaremos seran tus ingeniosas contestaciones en 0 coma que aces en clase de fisica.