Las caras del libro

Me resistí durante mucho tiempo.
Veía a mis compañeros de trabajo enfrascados a la hora de la comida.
Pasaba la mitad de las clases de informática bloqueando accesos de los alumnos a una página con pantalla azul celeste.

En fin, que estaba en contra de eso que llaman redes sociales.



Pero llegó el día de irme al extranjero, y para mantener el contacto con los que dejaba atrás creé una cuenta en el Libro. De repente, además de varios colegas de profesión, me encontré con alguno de mis viejos amigos de los tiempos de la universidad.

A las pocas semanas encontré a un puñado de ex-alumnos de mis primeros cursos (alguno de ellos con un blog interesante), y me enteré de dónde estaban estudiando, de cómo habían cambiado de peinado... de su vida.

Aparecieron en mi radar miembros de mi familia, y de repente podía saber a qué hora se acostaba mi hermano después de un concierto, o qué película iba a ver mi hermana.

Y de pronto, este otoño, pareció que todo el mundo se ponía de acuerdo. En una oleada surgieron docenas de personas a las que casi había olvidado, muchas de mis tiempos del colegio. Y averigüé que quien me vendía juegos para mi primer ordenador ahora es fisioterapeuta en Francia. Que algunas de las chicas más guapas de mi curso andaban por Argentina, Madrid, Munich (échenle un vistazo al nuevo blog de Van, o lean lo que escribía antes), o seguían en Palma; todas, por supuesto, igual de guapas que entonces.

Y anoche todo culminó en una cena, como se hacen estas cosas. Éramos solamente 7, pero alrededor de esa mesa hablamos de hijos y de profes, de trabajo y de viajes, de recuerdos y de sueños. Y algo de los días del colegio volvió a flotar entre las copas de vino. Y nos hicimos fotos, y las etiquetamos y las comentamos. Y nos prometimos seguir en contacto.

Así que aquí me tienen. Descubriendo que, a estas alturas, además de cuántos amigos tienes importa a cuántos puedes recuperar. Y eso que aún no he llegado a los cien...

Guarnición: ... pero sí hay más de cien mentiras que valen la pena.

Imagen: Faces Collage, de Lush.i.ous

Postdata: He aprovechado para reordenar un poco la despensa... Si les apetece, echen un vistazo ustedes mismos.

Volver

Volver a España
En el avión de Ginebra a Madrid descubrí que cerraba el periodo más largo lejos del país (cuatro meses). Incluso en mis años universitarios, no pasaban más de tres meses entre viaje y viaje. Y me encontré buscando los detalles, los pequeños cambios: las tiendas del barrio que habían cambiado, lo que habían crecido los niños del parque, cuánto vale ahora el litro de gasolina. No estaba comparando; tengo la sensación de vivir en una burbuja internacional más que en Suiza, y al fin y al cabo, rarezas aparte, es Europa. Pero me gusta encontrarme las tiendas abiertas a las 9, gente en las calles, luz en las ventanas. No me arrepiento de irme, pero me gusta volver.

Volver al cole
Cuando, en los años 90, el gobierno británico se planteaba invertir en el nuevo acelerador de partículas del CERN, uno de los beneficios que los científicos planteaban era el descubrimiento del bosón de Higgs. Los responsables del gobierno pidieron una explicación comprensible de qué era el bicho ese, y la mejor explicación lo comparaba con Margaret Thatcher entrando a una reunión del partido conservador.
Pues bien, el pasado jueves, paseando por los pasillos de mi antiguo colegio, me sentí como Margaret Thatcher. Algunos quizá simplemente se sorprendieron de verme; alguno había que no sabía que me había ido (!), pero a mi ego, al que no saco a pasear todo lo que querría, le gustó mucho ver la de gente que me saludaba, que me contaba cosas.
Tengo la sensación de haberme ido en el momento correcto; de que los cambios que han ocurrido últimamente en mi ex-casa van en dirección contraria a los que me gustaría haber hecho yo. Pero mis compañeros (esos nunca serán ex) siguen trabajando e intentando transmitir su entusiasmo desde la pizarra; y mis ex-alumnos (y sin embargo... ¿amigos?) siguen demostrando, día a día, que hay vida más allá del viernes noche.
La tragicomedia del (lack-of-)talent show, con su final agridulce, será narrada, sin duda, por cronistas más apropiados. Pero pase lo que pase, siempre me apetecerá volver a saludar a toda esa gente; dentro o fuera de las paredes. No me arrepiento de irme, pero me encantó volver a veros.

Volver a escribir
Tres meses largos sin pasarme por aquí. Con artículos escritos mentalmente pero sin la disciplina mental para ponerme al teclado. Creyendo que a nadie le importaba lo que escribiera o dejara de escribir.
Hasta que, pocas horas después de descubrirlo en mi lector de blogs, me llegó el aviso. Aún así, pasaron las semanas y seguí sin escribir, dejándolo para después, atrapado por la montaña de cosas por corregir o perdiendo el tiempo miserablemente.
Aquí me tienen, pues. Sin promesas, pero alegre de recuperar el contacto. Esperando que ustedes también me cuenten cosas. Reanudando la conversación pendiente. Removiendo la fondue. ¿Quieren probar una cucharada?
Me arrepiento de haberme ido. Pero estoy encantado de haber vuelto, y pienso quedarme.

Guarnición: Estuve tentado de ponerles a Pé haciendo playback, pero aún no les había puesto a los Fab Four, así que, ya saben: I'm back!